El fracaso del emprendedor, ¿es fracaso? – Wenceslao Gimenez Bonet

Es bien sabido que el fracaso incomoda, no se digiere tan fácilmente. Da igual si el fracaso es por un proyecto o pretensión personal como si lo fuera por un emprendimiento o negocio. Para algunos el fracaso tiene una connotación negativa, frustrante, paralizante, indicativo que después del fracaso no hay más que hacer. Según el diccionario de la Real Academia Española el fracaso es “malogro, resultado adverso de una empresa o negocio”, “suceso lastimoso, inopinado y funesto”, “caída o ruina de algo con estrépito y rompimiento”. El fracaso definitivamente transmite la idea de un fin abrupto, no previsto, y con mucho daño, sobre todo con mucho daño psicológico porque es terriblemente frustrante. Y la frustración tiene un componente psicológico muy importante porque con ella desaparece la esperanza en lo que uno había proyectado y deseado. Sin esperanza la voluntad es como una cadena sin aceite, que cuesta hacerla entrar en movimiento. A pesar de esto, se sabe que la capacidad del ser humano para sobrellevar dificultades lo fortalece, lo inspira e incluso en algunos casos nos envalentona; es lo que la psicología llama resiliencia. Psicológicamente hablando es saludable saber cuál ha sido el fallo o error que nos llevó al fracaso porque es la única manera de aprender y no repetir los errores del pasado.

 

Cuando pensamos estos temas en términos del “emprendedurismo” hablamos de los emprendedores exitosos como si fueran los únicos emprendedores, sabiendo que en la mayoría de los casos más del 90% de los emprendedores fracasan. Son muchísimos los casos de empresarios exitosos en los cuales cuentan como anécdota que su empresa exitosa ha sido su 3era, 4ta o 5ta empresa o emprendimiento. Seguramente este emprendedor exitoso no sería exitoso si antes no hubiera fracasado en sus intentos o proyectos previos.

 

La sociedad oriental valora más estos traspiés que la sociedad occidental. El fracaso por aquellos pagos es aprendizaje; por estos lares es frustración. Es una cuestión cultural. Como la cultura no la podemos cambiar de un día para el otro es necesario comenzar a pensar el fracaso en términos positivos. Podemos dejar de hablar de “fracaso” para hablar sencillamente de “fallos” cometidos en nuestras empresas, emprendimientos, proyectos o previsiones, así de alguna manera dejaremos de lado la connotación negativa que este concepto trae consigo. Sin embargo, me parece mucho más desafiante para uno, para el ego, para la autoestima, no realizar disquisiciones semánticas si referirse a “fallo” es mejor que referirse a “fracaso”. Aún, sabiendo que no es sutil la discusión porque no solo es una cuestión semántica sino hasta cultural, la realidad es que es muy positivo para la autoestima acostumbrarnos al “fracaso” como una forma de aprendizaje. En definitiva, el fracaso es parte del proceso de ser persona, es parte del proceso de soñar, proyectar, y hasta frustrarse. Lo que debemos aprehender (sí aprehender, en vez de aprender) es que la frustración se supera, y pasa a ser el punto de partida del crecimiento interior y profesional que potencia nuestro ser.

 

Por el contrario, lo frustrante sería no aprender de los errores o fallos que hemos cometido porque ahí sí sería un rotundo fracaso, con todo lo que este concepto psicológicamente implica.

 

La amplia teoría sobre emprendedurismo, aplicable al mundo de los negocios como a todo emprendimiento inclusive de carácter social, enfoca principalmente el problema en la actitud del individuo, como uno de los rasgos distintivos de los emprendedores (entre otros factores). Por suerte, la actitud se puede trabajar, se puede modificar. La buena noticia entonces es que todos tenemos un potencial emprendedor, con mayor o menor éxito, dependiendo de nuestra definición de éxito (enteramente subjetiva). Por tanto, lejos de dejarnos morir por el fracaso, éste debería motivarnos para seguir adelante, porque es un eslabón de esta gran cadena en movimiento que es nuestra vida, nuestra propia existencia, en la que no hay que detenerse sino todo lo contrario seguir siempre en marcha hacia adelante.

 

El corolario es analizar y estudiar los factores en aquellos emprendimientos en los que se fracasó para determinar nuestras competencias, no reincidir en lo que no sabemos o podemos hacer y saber aliarnos con aquellos que saben hacer lo que nosotros no sabemos. Con esta perspectiva, me atrevo a afirmar que el fracaso es un paso que nos acerca al éxito; ya lo dijo Churchill que “el éxito consiste en ir de fracaso en fracaso sin perder nunca el entusiasmo”.

 

Buenos Aires, 10 de mayo de 2017

 

 

Wenceslao Giménez Bonet, es Doctor en Economía, profesor de Dinero y Banca en CMT Group, y Director Ejecutivo y Director Académico CMT Group.

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